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Antonieta Jarne


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IDENTIDAD, COMPROMISO Y MILITANCIA DEL EXILIO FEMENINO EN MÉXICO: AURÈLIA PIJOAN QUEROL *

 

 

Antonieta Jarne Módol | Universitat de Lleida

 

Introducción

Aurèlia Pijoan Querol llegó a Puerto de Veracruz en febrero de 1941 procedente de la República Dominicana y tras una breve estancia en La Habana. Un familiar de Luis Pérez García-Lago, su marido, los reclamó. Como en muchos otros casos, este gachupín actuó de correa de transmisión entre la esperanza y las duras condiciones que hasta entonces habían padecido en la colonia agrícola El Seybo, en plena selva dominicana.
Si la invisibilidad ha sido el lugar común de miles y miles de personas arrojadas al exilio en sus múltiples vertientes, las sombras persisten si se pretende ahondar en sus respectivas trayectorias anteriores a 1939. En el caso que nos ocupa en este texto, su exilio venía precedido de experiencia política; corta en lo temporal pero intensa en el significado. Militante del PSUC desde su fundación, en julio de 1936, había asumido desde el primer momento responsabilidades en la rama femenina ya fuese dando mítines en diversos pueblos o haciéndose cargo de la secretaría general en Lleida de la Unió de Dones de Catalunya (UDC), aquella organización nacida en Barcelona el 1937, una de cuyas máximas dirigentes era su buena amiga Dolors Piera Llobera. Su fuerte compromiso con la realidad que le tocó vivir la llevó también a ser concejal del Ayuntamiento durante un breve periodo de tiempo en 1937, convirtiéndose, seguramente sin ella saberlo, en la primera mujer que accedía en la ciudad a un cargo de representación municipal [2].

Las dos grandes ganadoras de la campaña económica del Patronato, de izquierda a derecha, Aurélia Pijoan, primer puesto, e Irene Piquer, segundo.Aurèlia Pijoan no vivió sola su entrada en el espacio público. Su padre, que desde 1918 militaba en la emblemática Joventut Republicana de Lleida, se incorporó inmediatamente al PSUC así como también sus hermanas: Avelina, Palmira y Elena, la cual, a causa de su corta edad se afilió a la rama juvenil del partido. Todas se movilizaron rápidamente. Se desplazaron a los pueblos de la provincia impartiendo conferencias sobre la apremiante necesidad de enviar ayuda al frente. Iban a la radio, organizaban el encuadramiento de las juventudes femeninas y llevaban a cabo un sinfín de tareas cotidianas al servicio de la organización. Con Palmira al frente de la denominada «La dona a la reraguarda», la Lleida revolucionaria de 1937 fue escenario de las acciones de las hermanas Pijoan impartiendo clases de cultura general, de «educación política» o cosiendo ropa para los niños refugiados en la ciudad. No en balde, en el expediente que el Tribunal de Responsabilidades Políticas abrió a Aurèlia Pijoan en 1939 se la calificaba de «gran propagandista de los idearios rojos, habiendo dado mítines en distintos pueblos de Cataluña. (...) Persona fanatizada por el marxismo, (...) destacado elemento comunista y de actuación activa y constante.»[3]


En febrero de 1939 tampoco vivió sola el camino del exilio. Toda la familia atravesó los Pirineos en busca de esperanza. Y mientras su marido permanecía encerrado en una celda de castigo en el castillo de Cotlliure reservada a los «extremistas y peligrosos», Aurèlia malvivía en Le Boulou, Mont de Marson, Villefranche de Rouerge y Montauban. Finalmente, el 1 de diciembre de 1939, partía sin Luis, entonces en el campo de concentración de Vernet d'Arieja, desde Burdeos hacia la República Dominicana en el barco La Salle. Huía, como tantos otros, de la inhóspita Francia. Sin embargo, le esperaba no sólo la hostilidad de los españoles atrincherados con la causa franquista sino también la tiranía de Trujillo [4].
De las cuatro hermanas, tres se convirtieron definitivamente en exiliadas. Palmira se quedó en Montauban donde continuó vinculada a los círculos republicanos y catalanistas del exilio. Avelina, tras su paso por la República Dominicana, Cuba y México, se estableció desde 1946 en Francia donde su marido, Pere Ardiaca Martí, asumió la Secretaría General del PSUC del Haute Garonne llevando a cabo una intensa actividad política al servicio del partido. Sólo regresaron los padres, Elena y su marido, Ángel Larrauri de Pablo, que en los años cuarenta y cincuenta se convirtió en el elemento quizás más importante de la clandestinidad comunista en las comarcas de Lleida [5]. Una circunstancia que les condujo, a él y a Elena, a padecer persecuciones, extorsiones y cárcel en más de una ocasión. En ese reducido círculo familiar quedaban nítidamente reflejadas las diversas caras de la violencia franquista: exilio, clandestinidad y prisión.

Mutación y continuidad de la militancia en el exilio

Instalada en México, Aurèlia Pijoan, como la mayoría de comunistas catalanas, continuó la militancia en el PSUC junto a su marido, el cual, máximo dirigente del partido en la Lleida revolucionaria, continuó en México asumiendo importantes responsabilidades ejerciendo una notable capacidad de influencia entre la militancia [6].
Las organizaciones creadas durante la Guerra Civil hicieron esfuerzos por mantenerse en el exilio. Es el caso de la UDC a la que Aurèlia Pijoan continuó vinculada. Es harto complicado reseguir su presencia así como en qué condiciones lo hizo a causa de la omnipresencia del PCE. Desde sus inicios la Presidencia de la UDC estuvo ocupada por Maria Dolors Bargalló, de ERC, puesto que la UDC fue concebida como un amplio frente transpolítico. Sin embargo, las comunistas –a medida que aumentaba la supremacía política del PSUC en Cataluña en el transcurso de la guerra- consiguieron que su representación fuese hegemónica dentro de la organización, circunstancia que ya se había evidenciado tempranamente cuando organizaron el «I Congrés de la dona» en 1937 [7].
Así las cosas, tampoco resulta extraño que en el exilio la UDC acabase estando bajo el amparo de la Unión de Mujeres Españolas (UME), surgida en la década de los años cuarenta de la fusión del Grupo Femenino Mariana Pineda –en clara referencia a la voluntad de recuperar el nombre de la heroína de los liberales como modelo de las exiliadas republicanas- y Mujeres Antifascistas Españolas (AMA) [8]. El objetivo fundamental de la creación de la UME se centraba en la contribución de las mujeres a la lucha antifranquista y su apoyo a los que luchaban en el interior de España.

Por otra parte, eran años en que no se ahorraban elogios a la Unión Soviética y sus dirigentes, muy especialmente Stalin. Este apoyo incondicional, que en realidad era ciega obediencia, fue constante motivo de fuertes tensiones entre militantes del PCE y de la UDC, por lo que muchas mujeres, como la misma Dolors Bargalló –exiliada también en México-, acabaron desentendiéndose de la UDC. A pesar de la dificultad de encontrar algún resquicio en aquel monolitismo tan compacto, se puede percibir alguna sombra a través de la correspondencia que mantenían la UDC y la UME instaladas en Francia. Una de las integrantes de la dirección de la UDC, Pilar Giménez, escribía una carta a la secretaria general del PCE, Dolores Ibárruri, en julio de 1945 en la que solicitaba mantener una entrevista para hablar de la actitud de las compañeras de la UME [9]: «(...) las camaradas de la UME me han planteado cosas que no me parecen del todo justas.»
Con sumo tacto se lamentaba de la excesiva mediatización de que eran objeto y del sentimiento de infravaloración que les invadía.
La UME de México estaba fuertemente vinculada a la UME central, con sede en París, presidida por Dolores Ibárruri con Irene Falcón como secretaria. Otras destacadas militantes de la UME central eran la exdiputada Victoria Kent, la escritora María Teresa León, la actriz María Casares y Constancia de la Mora, entre otras. Quien también tenía una función muy destacada era Elisa Uriz Pi, miembro de la dirección del PSUC y la UGT, que había ejercido de maestra en la Lleida anterior a la Guerra Civil [10].


Sin embargo, la UME no sólo fue una plataforma más en la órbita de los comunistas. Fue, de hecho, la única organización que funcionó en el exilio integrada exclusivamente por mujeres [11]. Ello le permitió convertirse en un importante eje aglutinador y cohesionador de las exiliadas con inquietudes políticas y que deseaban ayudar a los presos y presas de España y a aquellas mujeres cuyos maridos –«guerrilleros y revolucionarios»- permanecían escondidos en las montañas en su todavía viva lucha armada contra el franquismo. A pesar de la discreción con que llevaron a término muchas de sus actividades, las mujeres de la UME fueron decisivas a la hora de intentar articular una mínima cohesión en el maltrecho tejido social de los primeros años del exilio. Desde un principio se afanaron a organizar celebraciones en torno al 1o de Mayo y el 8 de Marzo. En la lejanía del exilio, esta militancia en el compromiso político servía para cohesionarlas y, a la vez, mantener firme su identidad [12].
A pesar de la invisibilidad a la que el PCE sometió a la UDC, todo apunta a que en México Aurèlia Pijoan desempeñó las funciones de secretaria general. No obstante, debía tratarse de algo fundamentalmente testimonial dada la escasa o nula entidad de la UDC en el exilio, absorbida por el universo controlado por el PCE y del que ella era tambien una integrante muy identificada.
En cambio, las tareas que desarrolló Aurèlia Pijoan en la UME no fueron solamente las propias de una militante de base sino que su destacada actividad la llevó a ocupar la Vicesecretaría hasta llegar a ser la secretaria general en la década de los años cincuenta en substitución de Emilia Elías, procedente de la AMA, y con Amelia Martín como máxima responsable [13].


El comité de la UME por aquel entonces estaba integrado por Amelia Martín, Claudina García, Aurèlia Pijoan, Carmen Dorronsoro, Clotilde Martín, Luz García, Concepción B. de Cereza, Aurora Gallardo, Luisa Carnés y Carmela Calzada [14]. Entre todas ellas, a juzgar por los comentarios de alguno de sus hijos, las relaciones eran muy intensas existiendo lazos de amistad muy fuertes [15]. En realidad, su militancia política poco o nada tenía que ver con la de sus maridos a pesar de ser también abiertamente comunistas y prosoviéticas. En su caso, relaciones de organización y relaciones domésticas se entrecruzaban fortaleciendo la solidaridad y sus señas de identidad.
La UME creció muy rápidamente durante los primeros años. La central en París hacía constar en un informe de 1946 que tenía 3.886 afiliadas y al cabo de pocos meses sobrepasaba las 7.000. Además, se apuntaba que funcionaban con regularidad secciones en Madrid, Valencia, A Coruña y Málaga [16]. Los años cuarenta fueron un periodo de gran efervescencia política en el exilio ya que todavía confiaban en la inminente caída del régimen franquista.

Comité Ejecutivo de "Ajut als Patriotes Catalans"En la etapa de máxima actividad política, la UME de México llegó a tener hasta 500 afiliadas. Era, sin duda, la más consolidada del continente americano, si bien las secciones de Uruguay, Chile, Venezuela y Cuba –presidida por Rafaela G. de Quílez- eran muy activas [17].
La ayuda a las personas encarceladas desarrollada por esta organización de mujeres era gestionada y canalizada desde el PCE, primordialmente. Las exiliadas catalanas, no obstante, también cobijaban sus actividades a través de las campañas organizadas por el Patronat d’Ajut als Patriotes Catalans (PAPC) que, si bien se autodeclaraba independiente, era una de las plataformas auspiciadas por el PSUC en el exilio [18].
Como tantas otras realidades, la trayectoria del PAPC ha quedado al margen del imaginario colectivo construido sobre el exilio, agravado por el hecho de que en la actualidad apenas queda algún rastro de dicho organismo [19]. En 1944 el PAPC estaba presidido por Estrella Cortichs, Bonaventura Pujol actuaba en calidad de secretario general y Just Tur era el secretario de Relaciones y Propaganda. Ese mismo año organizaron la primera campaña de solidaridad en la que recaudaron unos 20.000 pesos. La segunda, con unas 150 personas al frente, tuvo lugar dos años después [20]. A pesar de la escasa información existente, todo indica que el PAPC contaba con la eficaz colaboración de mujeres como Aurèlia Pijoan que simultaneaban sus acciones de compromiso entre la UME y el PAPC. No en vano fue quien más recursos consiguió recaudar en los años 1946 y 1947. El órgano de expresión Catalunya se hacía eco de ello [21]:


“Èxit grandiós en la Campanya del Patronat. Les dues grans guanyadores de la campanya econòmica del Patronat, companyes Aurèlia Pijoan –del Grup “Catalunya”- primer lloc, i Irene Piquer –del Grup “Mèxic”- segon.”


El tercer puesto fue para el grupo «7 de novembre», «Macià-Companys» ocupó el cuarto lugar y a continuación el grupo «Pau Casals». En total, se recogieron más de 20.000 pesos, una cifra que, según los comentarios de la prensa, superó con creces las expectativas.
También recogían comida y cosían ropa para los niños y los adultos necesitados. No obstante, su ayuda iba mucho más allá de los aspectos materiales. Creaba unas redes de solidaridad muy intensas. Establecía puentes entre el territorio de adopción y los orígenes que habían dejado atrás. Y más todavía. Entre las compañeras se procuraban soporte emocional, algo que les permitía sortear la nueva vida en el nuevo país. Se explicaban sus cosas y, a la vez, se reforzaba su identidad.
Además del fuerte compromiso político y social, hay que tener en cuenta que no era ajeno el hecho de que muchas de ellas tuviesen algún familiar encarcelado víctima de la represión franquista. Aurèlia Pijoan, desde su exilio americano, y Elena Pijoan, encerrada en la prisión de una pequeña ciudad de provincias de la España franquista, eran las dos caras de una misma realidad basada en la violencia como eje fundacional de la dictadura. Sin olvidar que su cuñado, Ángel Larrauri de Pablo, se encontraba en la misma situación, que el resto de las hermanas vivían también directamente los sinsabores del exilio y que Pere Ardiaca Martí, como miembro de la dirección del PSUC y del PCE, estuvo encarcelado en más de una ocasión en diferentes prisiones de España.
Adentrarse en la cotidianidad de la UME no es fácil. Las labores solidarias centran el conocimiento que mayormente se tiene de ella. Sin embargo, se sabe que una de las acciones más exitosas fue la celebración, en junio de 1945, del Congreso Mundial Femenino organizado por la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM) impulsada desde la URSS. Asistió una delegación encabezada por Dolores Ibárruri y Victoria Kent. Poco podían imaginarse, Aurèlia Pijoan y la exdiputada republicana, que unos años antes el régimen franquista había establecido una, por lo menos curiosa, comparativa entre ambas. Como ya se ha comentado anteriormente, el Tribunal de Responsabilidades Políticas le abrió un expediente en octubre de 1939. ¿Delito? Haber sido concejal del Ayuntamiento durante el dominio marxista en representación del PSUC. Fue sancionada con una multa de 5.000 pesetas –que, obviamente, nunca pagó-, 8 años de inhabilitación y expatriación. Entre muchos de los comentarios que la calificaban virulentamente, en uno de los informes se decía de ella [22]: «Una Victoria Kent local cargada de petulancia y sin valor positivo alguno».


Si bien los años cuarenta fueron una década de intensa actividad, las circunstancias de los años siguientes cambiaron sustancialmente y las expectativas de cambio se desvanecieron. La República fue derrotada por segunda vez cuando los vencedores de la II Guerra Mundial aceptaron el franquismo, recibiendo éste una buena dosis de legitimidad derivada. Los pactos con los Estados Unidos y la Santa Sede escenificaron la buena salud de que disfrutaba internacionalmente la dictadura y que, en medio de la nueva situación inaugurada después de 1945, la convertía en un magnífico bastión anticomunista en el centro de occidente.
Este reconocimiento internacional también provocó intensos debates y crisis en el seno de los comunistas instalados en México donde menudearon las reuniones entre el PSUC y el PCE en las que Luis Pérez García-Lago actuaba de portavoz y dirigente de los comunistas catalanes. Además, las condiciones de la llamada guerra fría comportaron que los partidos comunistas europeos –el francés y el italiano, principalmente- vivieran momentos complicados hasta el punto de que se vieron obligados a dejar los gobiernos donde habían conseguido representación. El PCE tuvo que pasar a la clandestinidad en territorio francés, lo cual, obviamente, también repercutió en la dinámica de la propia UME.
Salón Orquídea de México, intervención de Aurelia Pijoan, 23 de mayo de 1953También la UME se mobilizó para dejar constancia de su posición contraria a la actitud de los USA respecto a España. En este sentido, organizaron frecuentes actos con el propósito de denunciar al régimen franquista y la connivencia de los norteamericanos. Como el que tuvo lugar el 23 de mayo de 1953 en el Salón Orquídea de México, en el que Aurèlia Pijoan, como secretaria general, intervino con estas palabras [23]:


«Franco es la guerra. Ya lo dijo Dolores Ibárruri «la paz mata a Franco» porque su régimen sólo vive para la guerra y alimentado por sus preparativos. España, con Franco, se está convirtiendo en una colonia yanqui y en cabeza de puente del imperialismo. (...).»


A pesar de las dificultades que a nivel político e incluso organizativo estaban pasando los comunistas en la década de los años cincuenta, el hecho de que la UME tuviese unos objetivos básicamente de carácter práctico orientados hacia la solidaridad con las víctimas del franquismo, les permitió poder mantener la actividad, en la medida que les fue posible, durante toda la dictadura.
Con la intención de recoger fondos para sufragar su ayuda, una de las acciones más afortunadas de los diversos comités fue, en la década de los años 60, la venta de unas agendas con poemas de Machado, García Lorca, Alberti y Blas de Otero, entre otros.
Uno de los medios más curiosos de recogida de fondos fue la organización de corridas de toros. La propia Aurèlia Pijoan era una gran aficionada ya desde su ciudad de origen. De hecho, lugares como Ciudad de México tienen una tradición especial para los toreros y algunos grandes como Carmelo Torres o Manolo Martínez Ancira participaron en alguna de estas corridas organizadas por la UME para ayudar a los presos españoles. Continuidades y nuevas mixturas asumidas se entrelazaban incesantemente.
Después de recorrer tantos y tan diversos itinerarios, su proceso de mejicanización ya no tenía billete de vuelta. En 1945 Aurèlia y Luis habían obtenido la nacionalidad mejicana y hasta la década de los años 60 no regresaron a España en viaje de vacaciones. Fue entonces cuando experimentaron en toda su amplitud qué significaba sentirse transterrados. Eran comunistas y republicanos. Y en esa dirección canalizaban sus energías. Y a causa de ello se habían convertido en exiliados. Sin embargo, con el paso del tiempo, la convivencia con los sentimientos de nostalgia y desarraigo se había tornado más llevadera. Además, en México habían nacido y crecido sus tres hijos. Sus nietos también eran mejicanos. Ya no eran ni de aquí ni de allí. O quizás de los dos lugares al mismo tiempo.

Impresiones identitarias a través de la femineidad

La actividad a través de estas organizaciones fue la única proyección pública que Aurèlia Pijoan quiso tener desde su llegada a México. No le apeteció seguir ejerciendo de médico, una profesión que había desarrollado durante la guerra en el Hospital Intercomarcal de Lleida, colapsado en 1937 por los soldados heridos en el frente de Aragón. Su trayectoria profesional también había estado marcada por las sucesivas rupturas. Había vivido en Madrid durante algunos de los años republicanos con el objetivo de doctorarse. Su tesis doctoral –Inmunidad del paludismo- debía defenderse públicamente en septiembre de 1936. No fue posible. Todas sus pertenencias quedaron sepultadas entre los escombros de la Ciudad Universitaria. Pocos años después, tras cruzar los Pirineos tuvo que trabajar en la vendimia y en otras muchas labores circunstanciales hasta llegar a la República Dominicana de Trujillo donde fue utilizada, como el resto de los 3.000 refugiados, como mano de obra en el cultivo de la caña de azúcar. Explicaba a sus hijos que durante esos larguísimos meses adelgazó unos 10 kg. Un compañero de partido, llamado Torrents, explicaba en un informe redactado en febrero de 1940 las malas condiciones de vida de los refugiados en la República Dominicana y alertaba de la precaria salud de muchos de ellos que no resistirían con vida durante mucho más tiempo si no lograban salir de allí [24].


Con todo este cúmulo de experiencias no resulta extraño, pues, que en México decidiera emprender una nueva vida centrada exclusivamente en el entorno más próximo, ya fuese el familiar como el de la militancia más cercana. Con el exilio quedó enterrada para siempre su profesión. Prefirió dedicarse en cuerpo y alma a las acciones de carácter solidario y a la crianza de sus tres hijos. Detestaba la sangre –decía escuetamente cuando se le preguntaba por su decisión de no retomar el ejercicio de la medicina [25].
De hecho, muchas de las exiliadas mantuvieron los roles tradicionales de género. La mayoría de integrantes de la UME eran esposas y madres y no desarrollaban un trabajo profesional al margen del hogar. Incluso las mujeres más concienciadas políticamente, como Aurèlia Pijoan, hacían muy poca vida de partido y las acciones de compromiso las desarrollaron como una continuidad, una prolongación, de las labores domésticas, desde donde vehicularon también su identidad. La mayoría nunca perdieron de vista la imagen de la militante como madre, como esposa y como hija, una imagen constantemente venerada desde sus publicaciones [26]. También menudearon las fotografías de mujeres de la UME cosiendo para ayudar a los presos españoles. Como la de las militantes Filo Bergua, Carmen Anglada, María Sanz, Teresa Segarra o Pepita Boldú, alrededor de una mesa, hilvanando diversos tejidos bajo la atenta mirada de una máquina de coser situada en un rincón de la sala [27]. La cocina y la aguja eran el símbolo del hilo conductor de la militancia; y eran también una continuidad con su pasado.


Un importante elemento de conexión entre México y las tierras de origen de las republicanas, y que apenas ha merecido alguna atención al tratar sobre el exilio, fue la comida y el lugar donde ésta se lleva a cabo. Ello forma parte de invisibilidades así como de evidentes visiones masculinizadas. Es así como se ha ignorado el significado de la cocina, punto de encuentro que siempre va mucho más allá de las presencias meramente físicas. Los fogones fueron una mezcla –quizás un poco imprecisa, pero siempre atrevida- de compromiso y añoranza. Y, a la vez, proporcionaron una cierta sensación de continuidad y seguridad frente a la mutación de espacios que comportó la nueva vida en el exilio. La cocina fue el lugar que quizás reflejó mejor que ningún otro el enlace entre pasado y presente, la encrucijada entre los elementos heredados y los de adopción [28].
De hecho, las exiliadas republicanas mantuvieron su propio recetario. En las publicaciones Mujeres Antifascistas Españolas desde París y Mujeres Españolas desde México, nunca faltaron consejos sobre cocina española, ya fuese enfrontándose a un buen bacalao con patatas, unos callos o unas dulces torrijas. Además, incorporaron estas recetas tanto como les fue posible en la cocina mejicana, difícil de asumir para muchas de ellas.
Sirva también como ejemplo de los aspectos gastronómicos, las fiestas de aniversario que la fundación del PSUC celebraba anualmente en México. En ellas, los menús eran un magnífico cruce de incorporaciones recientes combinadas con recuerdos: el cordero asado o el pollo con ciruelas cohabitaban con el popular huauchinango[29].


Tantos años después, los hijos de Aurèlia Pijoan todavía recuerdan tiernamente el pan untado con tomate, la paella y, sobre todo, los canalones que les hacía su madre cuando eran pequeños. Unos ingredientes que ayudaron a miles de mujeres a preservar su identidad de origen y, por qué no, a sobrellevar la nostalgia cotidiana.
Aurèlia Pijoan fue, como muchas otras mujeres, un elemento clave en cuyo epicentro los hijos recibieron un extraordinario legado de los lugares de origen. Aprendieron la lengua materna, el catalán, participaron de tradiciones culinarias y folklóricas y escucharon –reteniendo en su memoria- los relatos de sus padres que explicaban sus vivencias revolucionarias y su viaje casi épico hasta llegar al que ahora era su hogar. Sin embargo, estas herencias nunca tuvieron un carácter endogámico o excluyente, ya que la mayoría de los descendientes se integraron con normalidad en la sociedad mejicana. Y ésta no es una cuestión intrascendente. El hecho de que -mientras repasaban su historia, sus orígenes y «protegían» sus costumbres- creasen un entorno favorable y abierto a la vida mejicana impidió la formación de una segunda generación de exiliados políticos, a diferencia de lo ocurrido en otros lugares.
En el universo doméstico cultivado por las exiliadas, tuvieron cabida importante todos aquellos elementos relacionados con la estética femenina más convencional. Y ello, una vez más, quedó reflejado nítidamente en las revistas. Además de las facetas de carácter estrictamente militante, siempre incluían secciones dedicadas al hogar y la moda. La publicación que anteriormente se había editado desde París incluso daba consejos de belleza y orientaciones gimnásticas para conservar el vientre liso, las piernas ágiles o la cintura flexible.
Además de ofrecer pautas para confeccionar unos delantales bonitos y funcionales, se hacía el siguiente comentario acompañado de unos dibujos que representaban unas tijeras, una escoba y un alfiletero [30]:


«(...) Hay mujeres que cuando inesperadamente llegan amigos a su casa, las encuentras con el cabello en desorden o recogido apresuradamente, con las manos con evidentes señales de estar manejando grasa, cera o algo semejante, unos zapatos viejos, un vestido que pide a gritos su jubilación (...). Pero no, no puede pasar, ni el vestido ni las manos sucias ni el pelo en desorden, no se justifican porque no nos ve nadie (...) pues la mujer es la reina de su hogar y debe parecer como lo que debe ser, una mujer limpia, ordenada y atractiva.»


La información que se transmite desde una imagen –aunque sea estática- no es neutra. En multitud de ocasiones proporciona bastantes pistas de cual es la realidad cotidiana que rodea a los y las protagonistas de las fotografías. A través de Mujeres Españolas se escenificaba de manera precisa –aunque quizás un poco estereotipada- la vida de los exiliados en México. Artículos sobre decoración, jardinería, moda o cocina –además de textos políticos-, iban destinados a amas de casa exiliadas. Amas de casa que vivían confortablemente. No puede olvidarse que la nueva vida en México estuvo acompañada de una prosperidad y bienestar en la gran mayoría de casos. Las precariedades económicas no formaron parte, afortunadamente, de la vida cotidiana de gran parte de los exiliados en México.

La inexistencia de urgencias económicas, añadida a una determinada posición cultural y profesional, facilitaron unas relaciones sociales y una integración que, de no haber tenido cierto estatus, habrían provocado cierto aislamiento y marginación respecto a los circuitos políticos y sociales en los que se movían [31].
Como ya se ha apuntado, en Mujeres Españolas no sólo se incidía en aspectos domésticos sino también en otros pertenecientes a la femineidad más tradicional [32]:

“Una persona inteligente no se deja arrebatar nunca por los accesos de mal humor, sabe que esto la afea, tanto física como moralmente... Este defecto resulta mucho más censurable en la mujer, porque es de ella, precisamente, de quien por ley natural se espera todo lo contrario. A la mujer se la quiere en la medida en que es dulce y amable.”

No ha de extrañar, pues, que menudeasen artículos sobre los complementos en el vestir más adecuados para ganar en elegancia –ya fuesen cinturones, zapatos, sombreros...- y consejos sobre la conveniencia de mantener una perenne sonrisa que reforzara la identidad genuinamente femenina. En caso contrario [33], « (...) más acentuamos las posibles arrugas prematuras de nuestra tez. Y la perseverancia del mal carácter hará que aún en plena juventud nuestra cara adquiera ya para siempre un gesto de desagrado.»


De hecho, la mayoría de las exiliadas pertenecían a un segmento generacional de mujeres comunistas que nunca consideraron que fuese necesario subvertir la división tradicional de los géneros. Significativamente, la UME siempre se autocalificó como una organización femenina, no feminista. Entendían que la lucha de las mujeres no tenía que ir separada de la de sus compañeros. Y ellas, desde el hogar, hicieron militancia de ello.

Exilio (s): marginación y olvido

El silencio decretado por el franquismo comportó la invisibilidad de mujeres como Aurèlia Pijoan Querol. Las energías que desplegaron, ya fuese desde la UME, la UDC o el PAPC, han quedado ignoradas por la memoria colectiva, tanto como las miles de personas, víctimas de la represión franquista, que recibieron su ayuda.
A este olvido institucionalizado, cabe añadir el hecho de que multitud de estudios sobre el exilio mejicano se han centrado casi exclusivamente en dos aspectos: por una parte, en los intentos de reorganización de los partidos políticos y sus relaciones en ámbitos diplomáticos y, por otra, en las actividades sociales y culturales en torno al Orfeón, la literatura o las artes plásticas. Ha llamado más la atención la manera como algunos exiliados se dedicaron a reorganizarse políticamente o cual fue la producción y la naturaleza literaria y artística de los que se vieron obligados a marchar.
Además, en el caso de México se ha resaltado, más específicamente, las actuaciones de determinados intelectuales que, a su vez, han dejado constancia escrita de su testimonio, como es el caso de Avel·lí Artís-Gener, Vicenç Riera o tantos otros [34].


Todas estas peculiaridades han provocado la inevitable mitificación de un determinado exilio y ello ha impedido profundizar en la vida cotidiana de otros exiliados y exiliadas, en cuales fueron sus procesos identitarios y cuales fueron sus mecanismos de adaptación. A su vez, se ha desatendido la otra cara de los exiliados: ¿qué ocurrió con los parientes que no los acompañaron y que, por una u otra razón, se quedaron en la España franquista? ¿Cómo reconstruyeron o reinventaron sus relaciones familiares?
Esta forma de adentrarse en la historia ha seguido construyendo unas realidades sociales jerarquizadas. El exilio en singular ha dejado de lado el carácter poliédrico de los fenómenos sociales y ha marginado a las personas sumergiéndolas en la masa35.
A estas consideraciones no es ajena la manera cómo se llevó a cabo el proceso de transición a la democracia en España. Construida a partir del diálogo sesgado con el  franquismo, se fomentó la idea basada en el inicio de un nuevo ciclo que nada tenía que ver con el anterior cuando, en realidad, sus limitaciones y carencias fueron directas deudoras de la dictadura. En estas circunstancias, el tratamiento sobre la existencia de los exiliados y su universo no podía ser otro que el de la abierta marginación. No es de extrañar, pues, que setenta años después de su huida, personas como Aurèlia Pijoan –fallecida en 1998 en México D.F.- todavía permanezcan en el olvido en sus lugares de origen.
Todo este cúmulo de circunstancias hace que sea especialmente necesario recurrir a la historia de una mujer concreta como centro de gravedad del discurso histórico. Su caso es ejemplo de una colectividad, de unas vidas llenas de rupturas, encrucijadas y mixturas asumidas. Su trayectoria se convierte en una ventana abierta que actúa como excelente contrapunto a la homogeneización, desgraciadamente demasiado frecuente.

 


* He desarrollado más extensamente los itinerarios de Aurèlia Pijoan y su familia en el libro Aurèlia Pijoan, de la Lleida republicana a l’exili de Mèxic, Lleida, Pagès editors, 2008.

[2] Nacida en la localidad de Castellserà (1910) donde su padre ejercía de maestro, al año siguiente se trasladaron a Lleida, aprovechando la buena coyuntura económica que se vivía por aquel entonces para dedicarse a las actividades comerciales.

[3] Documentación sobre el Tribunal de Responsabilidades Políticas. Expediente nº 778 de 1939. Archivo de la Audiencia Provincial de Lleida (AAPL).

[4] Para las duras condiciones de los refugiados en la República Dominicana, véase especialmente el libro de DÍAZ, D.: L’exili català de 1939 a la República Dominicana, Barcelona, La Magrana, 1995.

[5] Así se desprende de los documentos de la propia organización. Fons del PSUC. Arxiu Nacional de Catalunya (ANC).

[6] Su constante dedicación le valió ser nombrado en 1983, pocos meses antes de morir en México D.F., miembro de honor del Comité Central del PSUC.

[7] Para la fundación e inmediata trayectoria de la UDC, véase especialmente NASH, M.: Rojas: las mujeres republicanas en la guerra civil, Madrid, Taurus, 1999.

[8] DOMÍNGUEZ, P.: Voces del exilio. Mujeres españolas en México (1939-1950), Madrid, Dirección General de la Mujer, 1994. De la misma autora “Exiliadas de la guerra civil en México”, Arenal. Revista de historia de las mujeres, no 6, 1999, Universidad de Granada.

[9] Documentación de la organización de mujeres UDC. Archivo Histórico del Partido Comunista de España (AHPCE).

[10] También su hermana Josefa militó en el PSUC y colaboró activamente en movimientos culturales de Lleida, de cuya Escuela Normal del Magisterio ejerció la dirección durante los años republicanos. En el exilio participó en la Resistencia Francesa y trabajó a favor de los maestros internados en campos de concentración.

[11] DOMÍNGUEZ, P.: Voces del exilio... op.cit. 

[12] A pesar de su deterioro numerosas imágenes así lo atestiguan. AHPCE.

[13] Cuando Aurèlia Pijoan asumió la secretaría general de la UME, la representación de la UDC en el comité de dicha organización estuvo ocupada por Paquita Riera.

[14] Así consta en la revista Mujeres Españolas, nº 23, 1955. AHPCE. Reflejo de la intensa actividad, a partir de 1951 hasta 1955 editaron la revista Mujeres Españolas. Espejo de la organización, en total vieron la luz 23 números. Luisa Carnés era la directora y Llanos Navarro Balesteros ejercía funciones de administradora. Es probable que decidieran publicarla en substitución de Mujeres Antifascistas Españolas, la revista que, con un total de 39 números, habían editado desde París entre 1946 y 1950, donde una de las más prolíficas articulistas había sido precisamente Elisa Uriz Pi. A partir de entonces, y a causa de las dificultades de los comunistas en territorio francés, se potenció la organización con sede en México.

[15] Entrevistas telemáticas con Javier Pérez Pijoan entre 2004 y 2006.

[16] Documentación de la organización de mujeres UME. AHPCE.

[17] Documentación de la organización de mujeres UME. AHPCE.

[18] A pesar de la ingente distancia física que separaba a los exiliados en México de sus orígenes, ello no impidió que se reprodujeran las animadversiones creadas durante la guerra. Así, en un manifiesto que el PAPC lanzó reclamando la unidad de “todas las fuerzas democráticas y obreras de Cataluña”, nombraba a todos y cada uno de los partidos y sindicatos con la finalidad inequívoca de excluir explícitamente al Moviment Socialista de Catalunya que, como prolongación del POUM, surgía con fuerza entre el entorno de exiliados socialistas en México.

[19] Testimonialmente sólo queda algún documento depositado en la Biblioteca del Pavelló de la República (Universitat de Barcelona).

[20] Documentación referente a la vida cultural, social y organizativa del exilio. Patronat d’Ajut als Patriotes Catalans (Mèxic, 1944). Biblioteca del Pavelló de la República (UB).

[21] Catalunya, nº 100, mayo 1946. Periódico creado por el primer núcleo de militantes del PSUC que llegaron a México. Se publicaron 320 números entre 1940 y 1965. Algunas de sus firmas habituales eran Pere Calders, Josep Moix, Rafael Vidiella y Pere Ardiaca, entre otros. Archivo particular de Javier Pérez Pijoan.

[22] Documentación sobre el Tribunal de Responsabilidades Políticas. Expediente nº 778 de 1939. AAPL. 

[23] Mujeres Españolas, no 16, 1953. AHPCE.

[24] Informe titulado “Situació dels refugiats a la República Dominicana”. Documentación referente a la emigración política (México). AHPCE.

[25] Entrevistas telemáticas con Javier Pérez Pijoan entre 2004 y 2006. 

[26] La portada del primer ejemplar de la revista de la UME en México reproducía una amplia fotografía de una madre abrazada a su hijo de corta edad y con el título “¡Defendamos a nuestros hijos!”. Mujeres Españolas, no 1, 1951. AHPCE. Para el análisis de las fotografías correspondientes a la UME, véase especialmente el artículo de DOMÍNGUEZ, P.: “La representación fotográfica de las exiladas españolas en México”, Migraciones@Exilios, Cuadernos de AEMIC, no 4, 2003, UNED.

[27] Mujeres Españolas, no 19, 1954. AHPCE.

[28] Entre la bibliografía que trata sobre los procesos identitarios, véase especialmente ALTED, A.: La voz de los vencidos: el exilio republicano de 1939, Madrid, Aguilar, 2005. De la misma autora “El exilio republicano español de 1939 desde la perspectiva de las mujeres”, Arenal. Revista de historia de las mujeres, no 2, 1997, Universidad de Granada.

[29] Así figura en una de las escasas tarjetas que todavía se conservan y que se encuentran en el fondo del PSUC. ANC.

[30] Mujeres Españolas, no 9, 1952. AHPCE.

[31] Sobre los procesos de integración en la sociedad mejicana, véase especialmente PLA, D.: Els exilats catalans a Mèxic. Un estudi de la immigració republicana, Barcelona, Afers-Catarroja, 2000.

[32] Mujeres Españolas, nº 20, 1954. AHPCE.

[33] “Lo que una muchacha debe y no debe llevar”, Mujeres Españolas, nº 20, 1954. AHPCE.

[34] Las ya clásicas de ARTÍS-GENER, A.: La diáspora republicana, Barcelona, Plaza&Janés, 1978 y de RIERA, V.: Els exilats catalans a Mèxic, Barcelona, Curial, 1994. 35. Buen ejemplo de ello lo constituye el enfoque superestructural de los diccionarios que se han realizado sobre los españoles en el continente americano. BRU, J., MURIÀ, J.M.: Diccionario de los catalanes de México, México, El Colegio de Jalisco, 1996. MANENT, A.: Diccionari dels catalans d’Amèrica, Generalitat de Catalunya, 1992. MATEO, E.: Diccionario del exilio español en México, Pamplona, Eunate, 1997. PUCHE, A.: Els metges catalans exiliats a Mèxic, Universitat de Barcelona, 1999.

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